sábado, 7 de octubre de 2017

CUENTO ERÓTICO "EL SUSTANTIVO" (un viaje en ascensor)


Era la tercera vez que aquel sustantivo y aquel artículo se tropezaban en el ascensor. Un sustantivo masculino, con un semblante plural, con algunos años bien vividos por las proposiciones de la vida. El articulo era bien definido, femenino, singular: era linda e inexperta, mas con un maravilloso predicado nominativo. Era ingenua, silábica, un poco átona, todo lo contrario de él: un sujeto culto, con todas las licencias del lenguaje, fanático de lecciones y formas ortográficas.

Al sustantivo le complació esa situación: los dos solitos, en un lugar sin nadie que viniera y abriera la puerta. Y sin perder esa oportunidades, comenzó insinuar, a interrogar, a dialogar. El artículo femenino dejó las reticencias de lado, y permitió ese pequeño inicio. De repente, el ascensor se detuvo, con ellos dos allí dentro: óptimo, pensó el sustantivo, un buen motivo para provocar algunos sinónimos. Poco tiempo después, estaban bien entre paréntesis, cuando el elevador recomenzó su movimiento: nada más que en vez de descender, subió y paró justamente donde había subido el sustantivo. El uso de toda a su facilidad verbal y entró con ella en su apostadero. Lengua y fonema, se quedaron algunos instantes en silencio, pensando una fonética clásica, bien suave y gustosa. Prepararan una sintaxis doble para el y un hiato con hielo para ella. Siguieron conversando, sentados en un vocativo, cuando él comenzó otra vez a insinuarse. Ella fue dejando, el fue usando su fuerte adjunto adverbial y rápidamente llegaron a un imperativo, todos los vocablos decían que irían terminar en un transitivo directo. Comenzaron a aproximarse, el con tremendo vocabulario, y ella sintiendo su diptongo creciente: se abrazaron, en una puntuación sin minúscula, que en un período simple pasaría entre los dos.

Estaban en esa conclave cuando ella confesó que aun era coma: el no perdió ritmo y sugirió un largo diptongo oral, y quien sabe, tal vez, una u otra so letrada en su apóstrofe. Y claro que ella se dejó llevar por esas palabras, estaba totalmente oxítona a la voluntad de él, y formal para el común de dos géneros. Ella totalmente voz pasiva, el voz activa. Entre besos, caricias, parónimos y substantivos, el fue avanzando cada vez más: quedaron unos minutos en esa proclama, y el, con todo su predicativo de objeto, se iba dando cuenta del interés. Estaban en una posición de primera y segunda personas del singular, ella era un perfecto agente de pasiva, él todo paroxítono, sentido o pronombre de su gran travesaño forzando aquel himen muy singular.

En eso la puerta se abrió repentinamente. Era el verbo auxiliar del edificio. El había percibido todo, y entró dando conjunciones y adjetivos a los dos, que se encogieron gramaticalmente, llenos de preposiciones, locuciones y exclamativas. Mas al ver aquel cuerpo joven, en una acentuación tónica, o mejor, subtónica, el verbo auxiliar diminutivo de sus adverbios se declaró su participio en la historia. Los dos se miraron, y vieron que eso era mejor que una metáfora por todo el edificio. El verbo auxiliar se entusiasmo, y mostró su adjunto ad nominal.
Que locura, misma gente. Aquello no era ni comparativo: era un superlativo absoluto. Se fue aproximando a los dos, con aquella cosa mayúscula, con aquel predicativo de sujeto apuntando para sus objetos. Fue llegando cada vez mas cerca, comparando el diptongo del sustantivo y este triptongo, proponiendo claramente una mezo cliché tres.

Solo que las condiciones eran estas: en cuanto abusaba de un diptongo nasal, penetraría el gerundio del sustantivo, y culminaría con un complemento verbal  con el artículo femenino. El sustantivo, viendo que podría transformarse en un artículo indefinido después de eso, pensando en su infinitivo, resolvió colocar un punto final en la historia: agarró al verbo auxiliar por su conectivo, jugo por jugar, y volvió a su trama, cada vez más fiel a la lengua española, con ese artículo femenino colocado en conjugación coordinativa conclusiva. Ahora, quien coloca punto final soy yo. O mejor: coloco dos. Uno, es para no perder la manía. Otro, es porque hice un cuento rápido, y ninguna oración adjetiva explicativa.

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